Si fueras mi pastelón de amarillo

Si fueras mi pastelón de amarillo,
te comería a mordiscos lentos,
como quien saborea cada instante
de lo que sabe que es demasiado bueno para durar.
Te guardaría en mis labios,
en la lengua, en el rincón más dulce de mi boca,
para no olvidarte nunca,
para llevar tu sabor conmigo
cuando el día se ponga amargo.

Te serviría en un plato grande,
sin prisas, sin relojes,
porque el amor, cuando es amor de verdad,
se come despacio,
con los dedos,
con los ojos cerrados,
como si fuera un secreto
que sólo nosotros conocemos.

Serías el bocado perfecto
en el momento exacto,
ese punto entre lo dulce y lo salado,
como la vida misma,
como tú y yo,
que a veces somos miel
y otras veces somos una pizca de sal
que me hace querer más.

Te cortaría en trozos pequeños,
no porque quiera menos,
sino porque quiero más.
Más de ti,
de tu risa que es como un horno caliente,
de tu piel que huele a sazón,
de tu presencia que llena la casa
como un aroma que no se va.

Si fueras mi pastelón,
no quedaría ni una migaja.
Te devoraría sin remordimientos,
sin temor a llenarme de ti,
porque el amor, como el buen pastel,
no engorda el alma,
la hace crecer,
la deja satisfecha y hambrienta a la vez.

Y al final,
cuando el plato esté vacío,
cuando no quede más que el recuerdo en mis labios,
volvería a pedirte otra vez,
otro trozo,
otra ración de ti,
porque el amor, cuando es de verdad,
siempre pide un poquito más.

 

Me encantó leerte!
Saludos