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El puente

Tema en 'Poesía realista (sin premios)' comenzado por kalkbadan, 26 de Agosto de 2024. Respuestas: 11 | Visitas: 619

  1. kalkbadan

    kalkbadan Poeta que considera el portal su segunda casa

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    EL PUENTE


    Un paso, y otro más, y otro…

    Cada paso es una venda, un suspiro,
    un ojalá, una vuelta a empezar.
    ¿Recuerdas, madre, aquel verso que te dediqué?:

    «De algún modo la vida siempre empieza».

    Pues resultó ser cierto porque ahora, sin ti,
    es absurdo que amanezca,
    y, sin embargo, amanece.

    Llevo kilómetros paseando por esta mínima senda
    que acompaña al canal que da de mamar a los arrozales.
    Me encanta cómo se relame en mi pecho el abrasador zumbido solar.

    Debo ir por buen camino
    porque me cruzo con un campesino vietnamita
    que me mira con indolencia y niega con la cabeza
    como viniendo a decir:
    «cada vez llegan más lejos estos jodidos turistas».

    Pero en su mirada alcanzo a percibir
    una complicidad comprensiva y dura,
    como la de mi padre.

    Un paso, y otro más, y otro…

    Y me encuentro con una laguna tupida
    por millares de nenúfares,
    con sus flores expansivas
    apresadas por la furia del instante.

    «La vida siempre empieza»,
    recitan sus labios de fuego.

    Enormes gotas se sostienen en un equilibrio imposible
    sobre sus palmas verdes.
    El viejo de Monet se hubiera jugado, sin duda,
    el golpe de calor por plantar su caballete
    frente a la delicia sagrada de estos lotos.

    Encerrados en la tensión fractal de las gotas del pantano
    se reflejan, en una réplica infinita,
    los propios nenúfares, yo mismo, y diría
    que el mundo entero también.
    Pero faltas tú, y eso me parece imposible.

    Un paso, y otro más, y otro…

    Y llego hasta un río que lo cruza
    un puente largo y estrecho.
    Y me detengo en la ribera
    protegido por bambúes y mimosas
    que sisean su salmodia
    haciéndome saber que en este santuario natural
    el poema ya está escrito,
    y es universal.

    El puente es rectísimo
    y se pierde al otro lado del río
    en un afilado punto de fuga
    que marea mi vértigo.
    El vértigo de no tenerte, madre,
    de sentirme en caída libre
    desde que te fuiste a dormir para siempre.

    «La recordarás con todo su esplendor», me dicen.
    Pero el recuerdo es, precisamente,
    como este punto de fuga que apuñala mi mirada,
    o como el horizonte del río,
    o como la gota del nenúfar.
    Los «recuerdos» no son más que promesas incumplidas.
    El recuerdo es la fractalidad del mundo de ayer.

    Nunca nunca me conformaré con acariciar
    el cadáver de mi vacío.

    «La recordarás con todo su esplendor», me dicen.
    Pero el esplendor era ella. Era ella
    quien daba fe de su propia existencia,
    y —de alguna manera— de la mía también.
    Hay vacíos que el tiempo no llenará jamás,
    ni debe hacerlo.

    Un paso, y otro más, y otro…

    Superados los bambúes de la ribera
    descubro a mi derecha un hombre
    sentado en la popa de su canoa,
    con sus piernas batidas por el río.
    Recoge unas redes, y lo hace lentamente,
    como lentos son mis pasos;
    y me detengo.

    Siento tan familiares los delicados y precisos movimientos
    con los que el pescador pliega y guarda
    aquellas faldas de nailon
    en el balde de su barca…

    Lo saludo desde el puente, pero no me ve.

    Aquel viejo podría ser mi abuelo,
    cuando embarcábamos a por las redes
    rayando el amanecer,
    y éramos felices.

    Y lo vuelvo a saludar.
    Y detiene, por un instante, su baile ancestral,
    y me devuelve el saludo
    resplandeciendo en sus manos
    aquella retícula de luz
    que define la totalidad de su espacio
    y de mi tiempo.

    Y siento, al fin, las lágrimas rodar por mi rostro.
    Y es que ya sabes, madre, que siempre siempre
    tuve primero que quebrar mi roca
    para después poder amar, y amarme,
    con las lágrimas que manan de mis grietas.

    Y me arrodillo. Y lloro.

    Vuelvo las palmas de mis manos hacia mí,
    como tratando de encontrarte en ellas.
    Y mis lágrimas embarran el polvo
    en que te has convertido.
    Glorioso polvo de tierra,
    glorioso polvo de estrellas.

    Y purifico mi rostro y mis brazos con tu arcilla.
    Y cierro mis puños y grito hacia afuera
    toda la brutalidad que he gritado hacia adentro.

    Y, de pronto, cinco mariposas,
    cinco mariposas azules,
    me abrazan con el parpadeo de su vuelo circular
    y me levantan con sus hilos de madre.
    Y me piden que avance, como avanza el mundo.

    El pescador se retira
    remando río abajo, y, a lo lejos,
    se escuchan las risas de unos niños.
    Todo está en orden; en el orden del amor.

    Ese es tu legado, mi queridísima madre: el amor.
    Nunca he conocido a nadie
    que amase como tú.

    El amor es comprender
    que la distancia entre nuestras esferas
    no forma parte del campo matemático.
    El amor no tiene medida, sencillamente Es.
    Está en ti, en mí, en nosotros.

    Somos todos esferitas
    con los mismos estambres que rozan el cielo,
    con los mismos juncos que cimbrean ante la luz,
    con los mismos pezones erizados por la brisa,
    con las mismas cajitas de cedro
    que custodian el eco
    de nuestras caracolas.
    Pero, sobre todo, compañeros, nos hermana
    la animalidad de poder amar.

    Y entonces ¿por qué nos aniquilamos?
    ¿Por qué tanto odio y destrucción?
    ¿Por qué tanto miedo?

    El problema es el espacio que nos separa.
    Un espacio de yugos sobre cuellos esclavos.
    Un espacio de napalm, de aldeas violadas,
    de 80 millones de bombas sin detonar…

    Pero, sin embargo, ante el llanto de un solo hombre,
    a veces, el mundo entero se detiene
    y lo escucha.

    Deberíamos aprender a llorar(nos)
    como se llora la pérdida de una madre.
    Deberíamos sentir la corriente que nos une, maldita sea,
    y pasear los puentes que nos separan
    hasta sanar las heridas del espacio.

    Y deberíamos hacerlo
    porque no somos más que orillas
    de un mismo río.

    Hagámoslo, querido humano,
    hagámoslo,
    aunque solo sea
    por la gloria de la madre

    que nos parió.

    Kalkbadan, 26 de agosto de 2024
     
    #1
    Última modificación: 28 de Agosto de 2024
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  2. Luciana Rubio

    Luciana Rubio Poeta veterano en el portal

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    Maravilla de poema, amor en dimensión fractal, belleza que se replica en la función de generosidad creativa de la vida, que siempre empieza. Siempre un placer leerlo.
     
    #2
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  3. Alde

    Alde Miembro del Jurado/Amante apasionado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    Todo en líneas profundas.

    Saludos
     
    #3
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  4. kalkbadan

    kalkbadan Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muchísimas gracias por visitar estos versos, compañera.
    Amor en dimensión fractal..., eso es.
    Un abrazo.
     
    #4
  5. kalkbadan

    kalkbadan Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias, Alde, por pasar y comentar estos versos.
    Saludos.
     
    #5
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  6. libelula

    libelula Moderadora del foro Nuestro espacio. Miembro del Equipo Moderadores

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    Sin palabras querido Andreas...
    Un abrazo inmenso.
    Isabel
     
    #6
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  7. kalkbadan

    kalkbadan Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias, mi queridísima Isabel, por tu presencia.
    Un abrazo inmenso.
     
    #7
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  8. Apolo_

    Apolo_ Moderador de caligramas. Miembro del Equipo Moderadores

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    El como das uso al lenguaje y haciéndolo transfigurar de una imagen a otra le da carácter al poema. Un gusto leerte, saludos desde Colombia.
     
    #8
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  9. Kratos Peru

    Kratos Peru Poeta asiduo al portal

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    El poema más hermoso que he leído en este portal. Una belleza y muy cierto todo lo que escribes, Kalkbadan, deberíamos aprender a llorarnos y dejar de destruirnos los unos a los otros. Mis respetos a tu pluma, es sencillamente MAGISTRAL.
    Tu querida madre debe estar muy orgullosa de ti y seguro que sonríe al leerte.
    Saludos mi hermano. Este poema merece todos los premios del portal de poesía. Un fuerte abrazo.
     
    #9
    Última modificación: 9 de Septiembre de 2024
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  10. kalkbadan

    kalkbadan Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias, Apolo, por tu lectura y comentario.
    Me alegra que un texto de esta extensión lo sientas como un poema.
    Un saludo.
     
    #10
  11. kalkbadan

    kalkbadan Poeta que considera el portal su segunda casa

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    ¡Mi querido Kratos! Gracias por tu ternura, compañero. Cómo lo agradezco... Era un poema que tenía que escribir.
    Mi madre era una mujer buena. Y es curioso, amigo; a veces, cuando lo cuento por ahí, me interrumpen y apostillan que era lista también... ¡Qué manía! Para mí la bondad, la bonhomía, el amor, es el rasgo más supremo de la inteligencia. ¡Cómo no va a ser lista! si se dio cuenta de que la vida sin amor no era más que puro deambular. Su legado, sin duda, es que deberíamos amar por principio.
    No sé si tenemos solución como «rebaño». Desde luego sí como individuos. El problema es que somos nodos de un mismo racimo.
    Y si no somos capaces entre todos de frenar este declarado avance hacia la nada, será el fin, pero al menos lo habremos intentado.
    Creo, sinceramente, que es la única manera de poder reflotar nuestros pecios y retirar el musgo inmemorial de sus costillas.
    Un abrazo enorme.
     
    #11
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  12. Alonso Vicent

    Alonso Vicent Poeta veterano en el portal

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    Ahí está el puente, para cruzarlo o no cruzarlo. Un viaje hacia los adentros con todo lo vivido, nuestro legado.
    Muchas preguntas quedan por responder, pero que siga existiendo una esperanza ya es un alivio.
    Un excelente poema, compañero, que sienta bien al leerlo; supongo que también al escribirlo.
    Un abrazo.
     
    #12
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