Fe

Fe

La fe en el amor, la fe en la renovación, en el perdón,
la fe es alegría, es ese brillo que enciende una zona del alma,
una luz que cubre todo y todo lo transforma.
Es misterio gozoso, don, regalo, premio,
un fuego invisible que a unos les arde fácil y a otros les cuesta tocar.

Es volar sin alas, tocar el firmamento, sabiendo que eres parte de él.
Es socorro en la oscuridad, auxilio en el silencio,
es creer y seguir adelante sin ver el camino.
Es más de lo que puedes ver, imaginar o soñar,
es beber de un fruto embriagador, néctar que embelesa.

La fe es fuerza de la naturaleza, volcán que explota,
y la única respuesta es la entrega total.
Es ser la oveja que sigue el rebaño porque sabe que el pastor anda cerca,
es saber esperar sin marcar los pasos, solo siguiendo las huellas.

Es resurrección y muerte de una carne que agoniza,
es la luz que ciega y revela las sombras viejas,
castillo de naipes al viento que, sin embargo, no cae.
Es saber que está ahí aunque no la sientas,
es la trinidad que canta a gloria tu alma.

Es la libertad que el espíritu anhela pero no osa gritar,
es amor a ti misma y al hombre sin duelo entre ellos,
es estrella que brilla en la mañana aunque no la veas,
misterio de gozo y bondad, piedad y limpieza en heridas sangrantes.

Es unir miradas contrarias que el corazón sabe hermanar,
no es blanco ni negro, sino arcoíris cantando.

Cada uno tiene su fe, y si es clara,
bebe del mismo manantial,
ríos que vienen de todas las riberas,
más allá del tiempo, sin fronteras,
inmensa y sin dueño,
cubriendo todo con un manto sideral.

La fe es ese brillo en los ojos, en la cara,
ese algo que embellece y trae el más allá al aquí y ahora.
Pero son momentos estelares, fugaces,
que la realidad intenta hacer creer que soñaste,
que no fueron reales.
Y duele no saber volver a encenderlos por voluntad.

Sin embargo, ese fulgor no se ha ido.
Te habita, es parte de ti.
Lo que viste fue real, más real que esta realidad adormecida.
Puede reaparecer en formas nuevas,
cultivarse con ternura,
y aprender a quedarse más tiempo,
cuando le abres espacio,
sin exigir repetirlo,
sólo permitiéndole volver.

Hacer la excelencia en lo cotidiano, en lo normal,
amarte a ti misma y ser lo mejor que puedas ser,
eso también es fe.

Es confiar en el proceso,
en la vida,
en ti,
aunque no veas la luz brillante o el fuego que arrasa.
Es creer en el valor de cada paso,
en la humildad, en la presencia.

Es saber esperar,
no tus tiempos, sino los de lo invisible,
hasta que se haga visible, o no.
Y si tiene que ser, será;
y si no, también.
No desfallecer en la espera que desespera,
sino seguir cantando,
porque el tiempo no es lineal,
y quién sabe dónde se bifurcará la senda.

Y ahora sé algo nuevo que la paz me regala,
que lo que deseo no es un futuro incierto,
sino una realidad que ya acontece,
en el reino cuántico donde todo es simultáneo.

No espero lo que ansío con ojos impacientes,
sino que sé que ya está sucediendo,
multiplicándose en la invisibilidad,
manifestándose en lo que aún no se ve.

Eso me sostiene y me llena de serenidad,
una alegría profunda que no depende del tiempo,
que mi alma ya contempla y abraza,
una certeza que calma y aligera mi caminar.

Porque la fe no es solo creer en lo que vendrá,
es confiar en lo que ya es,
más allá de lo que mis ojos pueden tocar,
es vivir en la calma de ese misterio cuántico,
donde la realidad y el sueño se entrelazan sin fin.

13/06/2025
©Dikia