¡Más maderaaa!

De que el pobre es desdichado
no cabe la menor duda
que sigue su alma desnuda
por ser siempre un recatado
y huir hasta del pecado.
Yo le digo: mentecato,
apunta bien este dato,
que serás el mas honesto,
manzana sana en tu cesto,
pero el más tonto y cegato.

 

Pero el más tonto y cegato
esta vez no has sido tú,
aunque no has dicho ni mu
cuando has leído el contrato.
Él sí ha sido un insensato
al presentar esa oferta,
que yo me he quedado muerta
viendo el precio del local,
no lo veo nada mal
aunque no sea una experta.​

 

aunque no sea una experta,

que el opinar nada exige,

menuda ganga me dije,

quedé con la boca abierta.

Comprobando la cubierta,

se me cayó el alma al suelo.

se veía todo el cielo,

hasta un nido de cigüeña,

que no es señal halagüeña,

quedé más frío que el hielo.
​

 

Quedé más frío que el hielo
y fui a buscar una manta,
que el calorcito me encanta.
Puse los pies en el suelo
y se me encogió un gemelo:
¡qué terrible contractura!
estaba la noche oscura,
y como nada veía
me caí en la galería
y rompí mi dentadura.

​

 

Y rompí mi dentadura;

era de puro diamante,

hasta al turrón de alicante

le minaba la estructura.

Blanca como nieve pura.

Tenía un puente de plata

que siempre daba la lata

y dos colmillos dorados

a cada extremo apostados

era una buena piñata.​

 

Era una buena piñata
grande y de color de rosa,
con cintas y mariposas,
pero se subió la gata
y la rajó con la pata.

Los niños muy enfadados
y muy desconsiderados,
a la gata persiguieron
y buenos palos le dieron.
¡Eran unos malcriados!
​

 

Eran unos malcriados,

además de consentidos,

si los vieras coger nidos…

estaban encaramados,

como los monos pegados,

a las ramas del ciruelo.

Exclamaba un pobre abuelo:

¡vaya juventud más loca,

de vergüenza tenéis poca!

¡os estáis ganando el cielo!
​

Me rindo, me rindo

 

Os estáis ganando el cielo,
dijo el prior al novicio,
apretándole el cilicio
más que con saña, con celo,
como le enseñó su abuelo,
que también era prior
y regía con rigor
y mano dura el convento,
menudo era el elemento
que a todos daba pavor.​

 

Que a todos daba pavor

era enjuto y con capucha

enemigo de la ducha

imagínate el olor

la sotana de rigor

soltaba un perfume intenso

suerte que con el incienso

en misa no se notaba

mira tú si mareaba

que un santo intentó el ascenso

​

Ni por esas

 

Un santo intentó el ascenso
a los cielos, él solito,
se creía tan bendito
que con un fervor inmenso
rezaba de modo intenso
e intentaba levitar;
se subía en el altar
y desde allí aleteaba,
del suelo no despegaba,
pero era espectacular.​

 

Pero era espectacular

las beatas babeaban

y otras más castas rezaban

por no poderlo alcanzar

solo quedaba mirar

tenía el torso de apolo

y en la mano un chirimbolo

como una lanza o un bastón

que prestaba a confusión

como la flauta a bartolo
​

Y las nueve en punto.

​