Suerte permanente

Vientos libres,

se entienden efímeros,

porque nunca podrán tocar al sol,

vislumbran,
las estelas de cielos rotos,

nuevas tumbas,
nuevas sombras,

se rige el caos,
entre una suerte de desastres,

catapultan al ciego,
al pozo donde toda alma se desangra,

llevamos la enfermedad en la piel,

llagas nacaradas
cubren los velos de la luna,

irradia belleza,
nuestra señora moribunda,

camina erguida frente al tiempo,

sabrán mis sueños,
todo lo que los astros callan,

sabrán mis tiempos
lo que la eternidad busca.

 

Este poema es una contemplación poética de la fragilidad y la contradicción de la existencia. A través de imágenes intensas como los vientos efímeros, los cielos rotos y las llagas en la luna, se revela un mundo donde la belleza y el dolor coexisten inevitablemente. El caos parece gobernar la realidad, empujando incluso a los que no ven —los ciegos, los inocentes, los perdidos— hacia abismos de sufrimiento interior. La humanidad carga con una enfermedad profunda, visible en la carne misma, mientras la luna, símbolo de una belleza decadente, sigue brillando con dignidad ante el paso del tiempo. A pesar del dolor, los sueños y los tiempos personales contienen una sabiduría silenciosa: son capaces de intuir lo que los astros callan y lo que la eternidad anhela. El poema nos deja con una sensación de misterio, de búsqueda persistente entre ruinas, donde incluso en el desgarro, hay vislumbres de una verdad más alta, oculta en lo intangible.


Saludos Cordiales