Reflexión 113

La luna desea lluvia en su piel,

el sol no desea arder,

los horizontes no desean su magnitud,

y las sombras no desean ser escondite,

demasiados desean la calma,
si ni siquiera la construyen,

todo lo que veo erigido,
es culpa y sumisión,

cultivan horrores,
y los cielos nos advierten
que ellos también pueden morir,

condenan a más vidas
a su misma miseria,

suerte es,
nunca haber compartido
sus pobrezas mentales,

se contentan con admirar ceguera,
se incineran donde la luz cae,

y seguirán cayendo,

sueñan con algo que ni comprenden,

¿amor?

todo es necesidad masificada,

y todos encuentran en la muerte
paz,

será porque todo es martirio,

jugamos con el filo del dolor,

apelmazamos suelos de carne,
sodomizando a todo aquel
que genere fortaleza,

observan heridas abiertas,
se autoconvencen
de una seguridad inexistente,

se desangran,
porque la pena ajena,
es propia similitud,

buscan en todo final, cura,

más coherente hubiese sido,
comprender la enfermedad,

más plausible hubiese sido,

no crear,

ni nunca haber nacido.

 

El poema presenta una visión profunda y crítica de la condición humana, marcada por la necesidad, la culpa y la miseria emocional. Las imágenes de la luna, el sol y los horizontes simbolizan deseos insatisfechos y frustraciones universales, mientras que la conducta humana se revela como destructiva, tanto hacia sí misma como hacia los demás. La voz poética observa cómo la pena ajena se convierte en propia, y cómo la búsqueda de amor o paz se mezcla con violencia, sufrimiento y malentendidos. En última instancia, el poema reflexiona sobre la fragilidad, la incapacidad de comprender la enfermedad del espíritu y la dificultad de hallar consuelo, dejando un eco de desolación y cuestionamiento sobre el sentido de la existencia.


Saludos Cordiales