La idealización

No te conozco, pero te quiero.

¿Por qué te quiero, si no sé quién eres?
No sé cómo lloras, cómo ríes, cómo resuelves un problema.
No sé cómo comes, cómo tragas el agua que bebes, cómo te sientes en tus días malos, ni en los buenos.
No sé qué te gusta hacer, qué comida te hace feliz, ni cómo te llevas con tu familia.
No sé nada.
Pero aun así, te quiero.
Y son esas ganas las que encienden en mí el motor de la ilusión:
la ilusión de que algún día pueda saber todo eso de ti.

 

El poema refleja un amor que nace desde la ilusión y no desde el conocimiento real de la otra persona. La poetiza admite no saber nada de su vida cotidiana: cómo ríe, cómo llora, qué le gusta o cómo se relaciona. Aun así, decide quererla, lo que muestra un sentimiento idealizado y sin condiciones.

Ese “te quiero” se convierte en un motor de esperanza, un impulso hacia el futuro. No importa la falta de certezas en el presente, sino la ilusión de algún día conocer cada detalle íntimo y cotidiano que ahora desconoce. La fuerza del amor está en la promesa de lo que vendrá.

La poetiza siente ternura y vulnerabilidad, pues se expone al reconocer que ama sin tener fundamentos claros. También siente ansias, porque desea llenar ese vacío con experiencias compartidas. En el fondo, es un amor inconcluso pero intenso, que se sostiene en la esperanza y en el deseo de descubrir al otro.