Morimos renaciendo

Veo a la tierra,
tragarnos vivos,

entre una neblina negra,
admiro como el sol se consume,
bajo la tristeza de una luna desfigurada,

comen los cuervos,
vísceras de astralidad efímera,

ahora, toda eternidad camina,

aguardando por el fin de sus días,
que serán nuestras noches,
ensoñadas por sádicos dioses,

divinidades de edades tercas,

punzan con ira nuestros sentidos,

se desgarran nuestros vientres,

y parimos certezas dudosas,

insignificancias colosas,

engendramos, vidas moribundas,

mientras morimos, renaciendo.

 

El poema ofrece una visión apocalíptica y cíclica de la existencia, donde la tierra y el cosmos parecen devorar al ser humano mientras la vida y la muerte se entrelazan sin descanso. La presencia de deidades sádicas y eternas intensifica la sensación de impotencia y sufrimiento, y los actos cotidianos —como parir, engendrar y morir— se transforman en gestos de certeza dudosa y significancia efímera. Al final, la obra sugiere que la vida es un ciclo ineludible de destrucción y renacimiento, en el que la humanidad enfrenta su vulnerabilidad y la inevitable interconexión entre nacimiento, muerte y trascendencia.


Saludos Cordiales