Quintillas quincalleras quizás quemen quilos

Despunta el alba en el cerro
y una calandria se posa
en el ombú, melodiosa.
Tomó un ladrido de perro
por lo que fue, poca cosa.​

 

Que me cuentes no es gran cosa,
¿por qué te quieres marchar?,
sé que buscas una esposa
y si me pongo a pensar
hoy le llevas una rosa.

 

Hubo una vez una rosa
que guerras le declaró
a otra rosa belicosa.
La cosa se unificó
con una perfecta esposa.​

 

Ayer he visto a tu esposa,
parecía distraída...
Saludé y no respondía
no la vi tan afectuosa
como yo la conocía.

 

¡Si ya ni la conocía!
Los años esparcen trucos
sobre esta memoria mía.
Ya tengo brujas y cucos
por ingrata compañía.​

 

¿Quieres arrancar el coche
con una rueda pinchada?,
estaba mal emparchada...
No pienses que es un reproche
y te dejo en la estacada.

 

Quedan en la estacada,
sin nombre, combatientes.
Mejor atrincherada
la plana mayor, sientes
una patria engañada.​

 

No fue engañada,
nada de nada;
desde la boda
vió aquella poda
desde su espada.

 

Pues será a capa y espada
que defenderé mi honor.
Nunca hay agravio peor
que robar la parrillada
a espaldas del asador.​

 

He puesto en el asador
unos quesos y un pimiento,
pero me duermo en mi asiento
y me despierta el olor
a quemado y lo lamento

 

En La Habana quiero estar
aunque yo soy argentino.
Hoy la orquesta tuvo el tino
de son cubano tocar.
Será que al baile me inclino.​

 

A veces un desatino,
por más difícil que venga,
termina siendo una arenga
para vencer el mal sino
que arrinconado te tenga.​

 

Del recital de La Renga,
rescato a su guitarrista.
Parece ser un artista
que da todo lo que tenga
cada noche a la que asista.​

 

Lo vi más condecorado
que el mismísimo Idi Amin.
Era una burla sin fin
de un país dilapidado,
de puro escombros y hollín.​

 

Una falda abetunada
de una piel que bien lucía
llevaba la bien pagada
porque un señor le compraba
todo lo que ella pedía.