Después de las cenizas

Después de las cenizas

Bajo el cielo empedrado
hay girasoles que han perdido la brújula, y
un cosquilleos en los retoños de un ceibo solitario
suspiros en la nada, pétalos de besos temblorosos.

Ellos se aferran a la luz cinerea
buscando vestigios de musas.

Sus ojos se entornan ante una rafaga del Mistral
que arrastra ecos de estorninos hambrientos.

Se extiende las pieles en el gélidos erial,
se les quiebran los huesos secos
mientras flotan las ciegas cenizas.

Se esparce en la vacuidad un interrogante

¿Dónde quedaron los sueños
que danzaron ante sus ojos,
las ilusiones que palpitaban en los pechos
mientras se aferraban a un suelo estéril?

Bajo un cielo límpido llega la respuesta.


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