Para olvidar

Los fantasmas de mis dudas, incertidumbres y anhelos,
cual insumisas bacterias que atropellan lo que pueden
sin darse luego a la fuga, como un sicópata culto,
me ungieron en lo senecto con los aceites de un carter.

Frené alguna vez, en sueños, y en cada curva apostaba
por una salida a hombros, en honor a los chiqueros,
mientras que la astada vida enturbiaba las faenas
haciendo de cada stop un resta y sigue mediocre.

Se apaga el radar del mito bajo cielos de amïanto,
los ángulos muertos miden distancias hasta el ayer,
solo queda esta liturgia de sinsabores y sombras,
donde el tiempo es el Maestro que dicta ya la renuncia.

Aciaga es la tarde, y mustios, los pensamientos de dichas
donde el ocaso era tibio y no escarcha en las sienes.
Cómo luchar en galeras sin tan tan que marque el tempo.
¡Cómo bogar contra el hoy sin un mañana que sople!
•
Cómo, en las horas de nadie, sentir un nuevo rocío.
~•~​

 

La atmósfera melancólica del poema, la analogía con ese conductor que se sabe (a su pesar) a la deriva, la perplejidad que provoca el paso (o el estancamiento) del tiempo, los "ángulos muertos " que inútilmente
intentan apresar la arena, la oscuridad del que ha visto demasiado, la ingenua pero inevitable esperanza de un "nuevo rocío", la perturbación que precede al verso y lo acicala y lo espabila, aunque más no sea para ponerle nombre a una pena.

Siempre un gusto pasar, Callejero.
Saludos.