De tarde tibia a noche fría

Y bueno, aquí estamos,
El sol tibio espesa la tarde.

Tienes puesta en tu boca
La sonrisa más ambigua que he visto,
Y me hablas desde un lugar lejano, que no conozco,
Sin embargo estás tan cerca, huelo tu sangre, tu perfume, tu sexo…
Cerca estoy de escuchar el ritmo sincopado de la sangre dentro de tus venas,

Tú mientras tanto arrojas por tu boca
Un apasionado monologo sobre Elena Garro y sus gatos,
Yo miro apasionado tus largas, blancas piernas, de ellas nunca hablas,

Tú mientras tanto sueltas una carcajada
Y recuerdas a Kafka, soñando con animales insólitos,
¡sagrados pechos despistados que has de guardar bajo ese suéter tejido!

Tú miras la mesa y dices,
cosas locas sobre Di Prima y Wagner, y San Agustín,
Yo ansío morderte ese cuello blanco que surge del suéter guinda

Seguramente han pasado horas,
Ni tú ni yo hacemos caso a la luz que se escapa,
Tú con Becket y el teatro, yo imaginando lo suaves que seguramente son tus nalgas,

¡por Jesús, y la virginidad de su madre, he de morder esos tus delgados labios!

Tú mientras tanto, con voz suave ya, y agitando la melena
Me hablas de Rulfo y su abuela, de Freud y su hermana, de Borges y su madre
Yo, con la mano en las sagradas escrituras, agradezco a tu padre y a tu madre,
Agradezco a la tarde que se va y deja paso a la apasionada, calida noche,
Agradezco a Adán y a Eva, agradezco al pasto sobre el que estamos,
me siento como un niño que ha sido pervertido
Por oído, vista y tacto.
Soy un Ulises que ha arrojado la cera por la borda, y se ha sumergido en el caliente,
Salado, bravo océano...

Tú, mientras tanto, hablas -con la mirada puesta en un lugar muy distante-,
De Shakespeare y de lo sobrevalorado que está desde los románticos,
Te levantas, sonríes ambiguamente, y dices con voz suave, “me voy”
Te levantas, adiós,

¡por la patética muerte de Rosario!
Estoy ardiendo y ella se va, camina, da vuelta en la esquina
¡Ulises se encontraba insolado en un desierto y se arrojó a la crujiente arena
Del medio día!

Con la mano sobre el pene maldigo a la literatura Universal, maldigo a las estrellas,
Maldigo a Freud, y maldigo a Shakespeare.

Qué terrible, irremediablemente estúpido es el hombre,
¿en que habrá estado pensando ella?

pues la oí maldecir mientras se alejaba de mi calor...​

 

Acá hace un calor terrible... y el corazón lo tengo cálido...
un domingo que se esta muriendo...
el lunes que va llegando, mientras leo tus poemas, es más tibio
y la madrugada está fabricada de hielo...
me acordaré de la historia, justo antes
que se ella se levantara, para volverla tibia.
Saludos.​

 

Rigo...
sos un genio.

Gracias por tus poemas.