18. Duodeviginti

y si las estrellas huyen,
todavía quedas brillando en mí
luna de mi vida.

iluminas mi caminar cada noche oscura,
protegiéndome de cualquier monstruosidad
que se halle oculta.

¡oh! mi lunita querida...
sígueme y no me dejes de cautivar.

ya que mis ojitos se alumbran
cada vez que te veo,
y mi cuerpo magnéticamente se atrae a ti
como marea perdida en un vasto océano.

¿serás de queso?
¿o simplemente un blanco muerto?

ay lunita... no importa.
por lo que seguiré bailando debajo tuyo
religiosamente cada sábado en ayuno.

mi bellísima,
no paro de recitarte palabritas
sabor a caramelo.
añoro a que me arrulles en todas las tinieblas
como un pequeñito polluelo.

que más te diré, mi fascinadora.
amo adorarte,
adoro amarte.
me has hechizado
y ya no puedo desampararte,
mi musa encantadora.

 

Que más decirle a nuestra compañera de noches y mareas. Siempre atenta aunque el hombre haya pisoteado su cara. Dulce madre, Mamaquilla.