Aleteia (II)

Con mi primera pareja
nos casamos jovencitos
e inexpertos,
hasta la iglesia llegamos
con licencia episcopal:
no hay lamento.

La bendición de los hijos
trajo al enfermo salud,
no sustento:
con familia numerosa
corrimos bastantes liebres,
y conejos.

Por varios años blindado
quiso un día despegar
nuestro sexo,
y levantando los pies
con las manos temblorosas
corrí ciego.

¡Qué poco duró la euforia
de la hollada libertad
en mi cielo!:
en la distancia mis hijos
pesaban cual toneladas
de cemento.

Fue muy extraño tal vez
salir al mundo aleatorio
de soltero,
con el dulce y el encanto
de las señoras maduras,
y su riesgo.

El sexo tiene sus códigos
que dependen de la edad
y su sesgo,
mucho tardé en adaptarme
a las nuevas condiciones
del desierto.

Tanto podría decir
sobre este asunto espinoso
que yo pienso...,
mas dejo mis reflexiones
envueltas en su dolor
al momento.

Terminaré relatando
un singular episodio
de este cuento,
donde vuelve a aparecer
por cosas del preconciente
tu teléfono.

Dos Alicias y un Fernando
venían conmigo en coche
por el centro,
visitando apartamentos
que pudieran alquilarse
a buen precio.

Sin motivos aparentes
en brusco grito exclamé:
«¿qué es esto?
¿de quién será este número
que me llega de improviso
al recuerdo?»

Era tu número, niña,
ese al que nunca llamé,
por ser lerdo...
aún después de veinte años
te llamaba en mi socorro
por silencio.

Y el tiempo siguió corriendo,
y la vida golpeándome,
por supuesto,
¿dónde te iba a encontrar
buscando en la jungla inmensa
sin saberlo?

 

Buenas liras. La premisa, aunque amorosa, me recordó a The road not takenn de Robert Frost. ¿Qué habría pasado si... ? ¿De veras importa?

Abrazo

Carlos

 

La historia continúa y es cada vez más interesante e intensa. Un gusto estimado Jorge.

 

Si es ficción, es obligatoria una tercera parte que nunca son malas a mi parecer , jaja, si es realidad , eso es vivir , Jorge , unas dulces y otras amargas , no todo es rosa como dice mi ovillejo.
Abrazo.