Allí quedábamos

Junto al teatro los rostros vuelven,
sin nombres, con el perfil herido.

Nadie pinta ya la firmeza del blasón,
la lágrima de un duende castigado en sus acentos.

Hay lugares que se parecen al deseo,
pequeños círculos, lombrices sin escaparate,
voces que maduran en hospitales
como lluvia que suena a caricias,
a cierzo.

Quisiera inventarte en mis espejos,
en ellos está el delirio de tu cuerpo.

Quisiera la huella de un silencio que no has pisado,
tus escondites, tu metáfora de azúcar.

Eres la senectud del orfebre, el último diamante
que mutiló mi cueva.

Hoy paseo mi nostalgia por arcos como labios
y te recuerdo
y te pienso cada vez más lejana.

 

Cuando un compañero del portal es tan talentoso, yo lo digo. Y te lo digo desde las sensaciones que provoca tu cuidadoso manejo de las palabras. Son como piezas de relojería.
Es un poema conmovedor, ideal para la tarde hermosa que se vive en Buenos Aires.
Un abrazo y nunca dejes de escribir.

 

Gracias, Cecy, por tus amables palabras. Abrazos.