Caballo salvaje

Veloz como el fuego que hiere en llamas la pradera
golpeando con sus cascos
la vasija mansa de la tierra,
calcinando las hierbas a su paso,
veteado hasta el olvido de la noche;
indómito que nadie lo montara más que el viento.
¡Libre! sin las mortajas humanas pensantes del tiempo,
alado en huellas de inexplicables prisas.
Audaz como el cóndor que domina la montaña
laminando el ocaso en profundas cenizas.
Me subleva el verte así inalcanzable
con el paisaje en sumisa adoración,
¡Bellísimo! como si la misma tierra
hubiera dejado latir fuera del cuerpo el corazón.
¡Hermoso! como una flor del abismo que al ángel tentó
Rebelde, huracanado;
acrisolado de barros y ventiscas,
sólo instinto, fuerza, tan lejano a la razón.
El sol relampaguea en su pelaje
queriéndole arrebatar el sublime don
de voltearse encabritado ,sin rumbo, sin estrella,
de despeñarse por las cuestas desbocado,
de herir el alfalfar en su carrera
en fiebre de sus vasos.
Cela que él sea la sangre ardiente de la tierra
que ella misma como amante liberara.

María de los Ángeles Durante

 

Me encanta leer esta clase de poemas, pues soy veterinario...un placer inmenso leerte amiga...un besote...

 

Precioso poema, que denota un gran amor por los caballos;
un saludo cordial,
edelabarra