Cadena perpetua.

Te pedí un aumento de sueldo,
por mi intensa labor agrícola y ganadera.
Pero es la tierra, la última responsable de mi alcancía o hucha metálica,
cerrada con llave, bajo candado y con una contraseña.


Los frutos del mañana, llaman a mi puerta, mientras moja la lluvia, el cristal de mi ventana.


Abro y salgo a su encuentro.
Me empapo, pero de ellos, soy el centro.
Entonces, yo también provengo del Futuro, ¡ Sí !
No existo abiertamente. No me muestro, habitualmente. Incierto, como la visión,


a través de un caleidoscopio.


Conozco la paciencia, que es la madre de la ciencia.
Predico mi sentencia, a favor de los condenados a pena de muerte.
Porque sé que tienen voz y voto, después de mucho haber sufrido.
Y ya, no venderán por 30 monedas de plata, ni a Jesús, ni a Sansón, ni a Cupido.


Todos esos traidores a la causa del Evangelio, no se ahorcarían.


Saborean su bazofia en la celda, privados de libertad, viviendo apenas de sus pocos recuerdos.
Y sí, ¡ Claro está ! Pueden ser asesinos en serie.
Pero merecen una nueva oportunidad, evitando el linchamiento.
Una terapia de sanación con los sonidos ultra de los delfines, que reparan la cadena de ADN.


Hay una mínima esperanza, para quienes delinquen demasiado, en nuestro mundo habitado.


Sin embargo, quien ama el peligro, en él perecerá.
Y quien a hierro mata, a hierro muere.
Pues el Universo es un espejo. Y el odio que uno profesa,
se transforma, como por arte de magia, en accidente doméstico.


Me golpeé contra la esquina de una ventana. Me sangró un poco, la cabeza...


Aprendí a no juzgar al Creador.
Aprendí a respetarlo.
Mis pensamientos...
Mis juicios sin voz.


Silenciosos... Prefiero tener la mente vacía, a la furia que me hace energúmeno frenético.