Dualidad.

Quien no desea una niña,

con tacto muy suave,

que lo lleve hasta la cima,

sin sentirse culpable.


Dulces rasgos inocentes,

con espíritu inquieto,

que pierda lo decente,

cuando sea el momento.


Y así la habitación de pareja,

se convierte en obscuro calabozo,

algo de dolor agridulce mezcla,

coqueteando con lo peligroso.


Cada mujer tiene,

esa tentación latente,

y desea cambiar papeles,

de abnegada a complaciente.


Velas iluminando,

esas formas fatuas,

morder los labios,

arañar la espalda.


Aguanta un poco más,

cuenta cada latido,

hay que saber respirar,

y explorar otros caminos.


Con ojos en blanco,

llegar a ese trance,

es solo otro lapso,

de algo fascinante.


Dios nunca te daría,

algo que no puedas manejar,

cambio el color de sus mejillas,

por un pálido espectral.


Cada mujer posee esa dualidad,

y puede asumir el papel,

solo hay que saber respirar,

para probar dicha miel.

 

Es mejor si son mayores de edad. Es legal, entonces. Y moralmente, también muy interesante. Éticamente, necesario.

 

No esta demás descubrir en la mujer, la niña que lleva por dentro. Eso si no la tiene a flor de piel.

 

Bello e interesante poema, por momentos sensual, que va del amor al deseo y viceversa. Me gustó. Un abrazo amigo Mike. Paco.