El profeta.

Su voz suena a presagio, a maldición,
abre cuencas de horror hacia el futuro,
la ventana insondable del oscuro
porvenir como lava en erupción.

Desgarrados los cuerpos en pulsión,
son tan sólo ecos de ayes en el muro,
giran buitres trazando vil conjuro,
la carroña que siembra corrupción.

Voz que esparce la angustia, el desconcierto,
en almas condenadas al dolor
qué maldicen su suerte malnacida.

Lúcida voz que clama en el desierto,
alucina el infierno cegador
que produce la carga de la vida.

 

Cuando leí el título pense en Yibrán Jalil Yibrán un gran profeta, pero hay de todos en este valle de lágrimas.
Buen poema para nuestra época. Un beso Luciana.-

 

catia-love, yo me inspiré en los profetas bíblicos que siempre anunciaban hecatombes a los hombres si no cambiaban sus nefastas conductas. Muchas gracias por pasar y comentar. Feliz Navidad.