El venablo

Libra, palabra, tu cuchillo.
No hieras simplemente, mata;
colma la sed que te arrebata
y huye, bacante, con tu hatillo.

Que desparrame su amarillo
el vendaval que te desata;
que se obnubile en flor de plata
la rubia aroma de tu brillo.

La lengua que te esculpe sabe
al expandir la vela extrema
cómo afilar el viento en popa:

Lanza el venablo de una nave
que desde el fondo te blasfema,
arma del verbo, a quemarropa.

 

¡Cómo se nota la pluma del poeta que llevas dentro! Así de fácil y así de complicado se elabora un soneto.

Mi abrazo, compañero.

 

Un gusto leer tus sonetos, no conocía esa acepción femenina de aroma.
Los eneasílabos me parecen complicadísimos y aquí están perfectos.
Saludos.

 

Gracias, amigo, por tu amable comentario.

Recibe un gran abrazo.
Felipe.

 

Unos eneasílabos de impecable factura, Felipe, con lo difíciles que se me han hecho a mí cuando los he intentado.

Me has descubierto, igual que le ha sucedido a Oncina, la acepción femenina de "aroma" que desconocía.

Otro magnífico soneto que nos regalas. Gracias.

Saludo cordial.

 

Muchas gracias, Oncina, por tu amable comentario. Sí, la flor amarilla del aromo. Es poco empleada esta acepción, por eso le he puesto un adjetivo para que quedara claro que me refería a ella. Lo complicado aquí es la escasez de términos con los que uno cuenta en el verso eneasilábico para expresar el contenido, siempre con relación al soneto clásico.

Recibe un afectuoso saludo, compañero.
Felipe.

 

Me alegro de que te gusten, Oncina. Bueno, no tan perfectos. Uno hace lo que puede.

Un saludo cordial.
Felipe

 

Te agradezco tu paso, Isabel, por este modesto trabajo.

Recibe un abrazo.
Felipe.

 

Gracias, Jmacgar, por tu cordialidad y por la amabilidad de tus comentarios.
Me alegro de que te guste el soneto.

Recibe un abrazo, amigo.
Felipe.