Extraterrestre.

Pequeñito, sobresaliente,
colega, mañoso, diligente,
aprendiz, consejero y asesor,
que prefiere subir por las escaleras, antes que usar el ascensor.


Come tarta de cumpleaños, y luego, se lava los dientes.


Presuroso y animado, lo quiere todo, listo y ordenado.
Gran madrugador y confidente.
Sabe guardar secretos, y escribe en su querido diario,
todos los problemas que le incumben. En ello, se expresa sobradamente.


En sus discursos, se extiende. Porque no todo el mensaje se sobreentiende.





Su esposa, muy obediente. Es amigo de los dioses del Olimpo,
y en su casa, todo, limpio.
Limpio, como los chorros del oro.
Como una patena. No quiere entrar en la cárcel, trullo o trena.


Es macizo y consecuente. Hace lo que ha dicho que va a hacer. Dice lo que piensa.


Siente y piensa, y late y es latido.
Bate y es batido.
Es un batido de frutas.
Es una macedonia de frutas con galletas.


Mi amigo es de otro planeta.

 

Siempre he sentido debilidad cuando se trata el tema de la amistad. Aquí, en este final, creo que lo expresas como nunca antes lo había visto. Va más allá del mensaje, es la festividad y libertad con que puedes hablar de él:

No sé si hablas de un amigo real concreto, si todas las cualidades son suyas, pero consigues expresar en el poema, sobre todo en esa estrofa, un cariño que te lleva a una alegría enorme. (Al menos en lo que respecta a la manera en que a mí me mueve, más allá de eso poco he de decir).

 

Es así, Fingal. Ésa era mi intención. Pero no te preocupes.
Será nuestro secreto.
El disfrute, al parecer, no consta como parte de la Humanidad.
Aquí, todos nacen y mueren, sin saber vivir bien.
Cállate y haz como Albert Einstein: Mantén la boca cerrada.
De ese modo, alcanzarás éxito en la vida.