Fueguito

Con la invariable cifra de siempre
Sumerge la tarde,
mi rictus de muerte.
Sorprendido en minúscula ventana,
Mi rostro,
enmarcado en lata,
Por la tierna mirada desconocida
Tres pisos sobre mí.
Fueguito, en la esquina, pide monedas.
Aprovecha el rojo del semáforo
Y, con mano tendida, sonríe al conductor.
Le silbo a fueguito y se acerca,
Con su andar particular de orangután,
Como si le pesaran los hombros.
Pareciera querer deshacerse
De los transeúntes.
Y cuando esta debajo de mi balcón
Le dejo caer las pocas monedas
Que mi bolsillo se complacía en hacer
Chocar entre sí.
-se agradece- me dice y luego
-Quieres algo hoy?- como es su costumbre.
Por ahora no.- le digo.
-Cuando mande-
Y lo veo arrancar el motor,
y marchar solicito hasta la esquina,
donde el rojo y el verde se suceden
sin variantes.
El sol se esconde detrás de la iglesia
Y en su lugar un párroco
Da la misa.
Fueguito ya no se para en la puerta
De la casa de dios,
Pues solo recibe miradas de soslayo.
Ella ya no me mira
Donde ella estaba, un hueco de sombras,
Tres pisos sobre mí.

 

Gracias mi Amor...