Gris translúcido

Baja las escaleras siguiendo el perímetro
de cada una de las manchas en el piso de mármol,
manchas de color muerto
que recuerdan los matices grises de su vida.


Llega a la primera planta
y lo desilusiona la profunda respuesta
del viento recorriendo la sala donde ahora no hay muebles
ni caseteras en el piso con que armar castillos de juguete.


El blanco perfecto e iluminado de las paredes no refleja su sombra
y el piso del balcón en laca fina no se raya con sus tacones
que ya no producen eco. Sus oídos vacilantes
escuchan ruidos malinterpretados como en un ensueño,
alguna esperanza queda en el lejano murmullo que esconde risas,
una canción de cumpleaños, una pelea fatal.


Ya no hay necesidad de abrir las puertas.
Traspasando paredes llega a donde su curiosidad se calma:
resultan ser nada más que sonidos de un perro apestado y viejo,
perro que debería salir corriendo y ladrando ante su presencia,
perro anciano y envenenado de escepticismo.

 

Versos tristes de soledad y anoranza. Grato leerle