Jose

Jose

Jose se levanta en un difuso
amanecer sin prisa. Son cuarenta
sus años por el mundo, y no escarmienta
en casa, con sus padres: un intruso.

Dentro de su pereza es un recluso:
no quiere trabajar. Pero él se inventa
maneras de escapar: come y revienta,
esnifa, fuma, bebe, ama el abuso.

En ocasiones pasa por la cancha
de baloncesto, y otras acompaña
por la calle a su viejo con paciencia.

No debe distraerse, una avalancha
le acecha de fracaso; él con la caña
esperando poder pescar su herencia.

 

Es una lástima líricodetrito que en efecto exista mucha gente así, queriendo vivir de los demás, y esto es mucho más vergonzoso cuando es a costa de los padres. De todas maneras, no te preocupes que aunque llegue a pescar su herencia, algún día pero seguramente tarde se dará cuenta que las cosas que se consiguen por uno mismo son las que realmente tienen mérito y producen la felicidad.
Gran soneto.

Saludos cordiales.

Mouse

 

Gracias. Saludos cordiales.

 

Es decepcionante que exista gente así. Un gusto leerle poeta.

 

Gracias. Saludos.

 

Vale. Pues sí, ¡qué cosas pasan! ¡qué bonito! Ignoro si estos laconismos serán bastantes para rematar con éxito tus escuetas respuestas.

Pero, oye, el soneto me ha gustado a rabiar, que lo sepas. A lo mejor, cuando te toque, tan solo me dispenses un sucinto y protocolario saludo agradecido.

Será suficiente, poeta.

 

Mi colega Jose sigue en sus trece. Cree que no puede hacer nada, y por eso no hace nada. De estos hay bastantes. Mucha luz desperdiciada.