La boitiné

Jamás imaginé

que por mirar

esa boatiné

me iba a pasar,

y afectaría

hasta a mi propia boda

¡Quién lo diría!


Iba yo con chaqué

de pura lana

y en ella me fijé

esa mañana.

Era tan burda

que me dio por reírme

de la palurda.


Y Dios me castigó

por tanta risa

y el coche se topó

por ir deprisa

justo en Gran Vía,

pues no pude ni verlo ,

con un tranvía.


Me rompí el peroné

por mi osadía

de mirar sin por qué

tal tontería.

¡Vaya torpeza!

al cruzarme en la esquina

con Hortaleza



Y mi gran ceremonia

quedó anulada

por tanta parsimonia

con mi llegada.

Ya no hubo boda.

Y ahora ni me acuerdo

ni me incomoda.


Tras meses de hospital

volví a la calle

y allí estaba, vital,

con ese talle

mi cenicienta

bajo la bata a cuadros

de una sirvienta.


¡Esa mujer tan bella

es mi princesa!,

solo puede ser ella,

¡oh, qué sorpresa!

Tras el desliz

todo terminó en boda.

Final feliz.
​

 

La boitiné, ¡qué bonito acolchado relleno de guata para adornar la Gran Vía en tan delicado día! En Hortaleza se estila mucho el arreglaíto pero informal; el chandal de diseño macarra, la camiseta sobaquera y el pitillo apretao marcan tendencia.
Pero, bueno, lo importante es que al final todo desembocó en un acontecimiento feliz.
Bonita y castiza historia, Bernardo, lástima que no la hubieras hecho emperatriz de Fuencarral, que para lo de Lavapies ya se encarga el chotis.

Un abrazo.

 

Hola, gracias por tu comentario jocosos y cañí. La verdad es que con la que está cayendo a veces hay que cambiar de estilo y entretener un poco al personal y de paso reivindicar la famosa prenda tan en boga, más que hoy, en los años en los que los que somos ya un poco talluditos, fue tan popular y yo diría hasta necesaria para tapar tanta carencia.Un abrazo. Bernardo de valbuena