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La cariñosa

Discussion in 'Poemas Melancólicos (Tristes)' started by Eduardo Bretón, Apr 21, 2007. Replies: 0 | Views: 619

  1. Eduardo Bretón

    Eduardo Bretón Poeta recién llegado

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    La cariñosa te decían por la calle, la de cariño sin fin, la de los amores eternos y de zarpazos fáciles. Se ha marchitado tú cuerpo, tú rostro enjuto harto de caricias, tus manos arrugadas y tristes, toda y completa, toda tú, toda raída y miserable. Cuanto cansancio hay en tus piernas, en tus brazos y en tus más oscuros rincones. Sigues esperando al amor y al hombre, al hombre que no ha de llegar, al que se fue con tu mirada extraviada y con tus caricias nuevas. Sigues teniendo en tus pupilas el mismo retrato y en tú boca el mismo aliento. Tus labios insípidos y melancólicos, que se refugian en el pasado de un amor tardío y olvidado, ya no saben besar, ya no se acuerdan como decir “te quiero”. Toda tu te fuiste quedando sola y triste y amargada y sin vida. Toda tú te das lastima con tus zapatos raídos y tu vestido remendado. Todos se han olvidado de ti. Se han olvidado de que en ti se refugiaron de los amores perdidos, se han olvidado de que no le cobraste a nadie ni siquiera una lagrima, ni los golpes ni las caricias. Toda tu te diste a todos y nadie, te diste sin reparos ni estorbos, sin pudores ni contratiempos como el amor. Solamente de diste a una vida que dejó de ser vida en el primer encuentro y en la primera excusa. Te quedaste miserablemente sola y sin siquiera el recuerdo o la nostalgia. La primavera se te fue tan rápido que olvidaste cuanto amor guardabas en tus senos y en tus ojos, en esa ilusión rota como el alma que te amputo del cariño y la virginidad. Así te miro pasar por la calle una y otra vez, con esa sonrisa que más parece una suplica, un ruego para que te salven de este mundo y de esta lagrima que no deja de caer y que simplemente esta colgada a tu mirada seca y muerta. Cuanto dolor, cuantos abrazos y besos olvidados, cuanto placer y compasión regalaste a los miserables que ni siquiera en su memoria te guardaron. Cuantas angustias ajenas viviste y padeciste solo por compasión, por ayudar al hijo nunca tuviste y al amor que no llego nunca a tu cama ni a tus brazos. Eres el símbolo de la depravación para un pueblo olvidado de la mano de Dios, eres el ejemplo de maldad y de miseria en esta sociedad cruel y tonta y necia y maldita. Cuanta lastima das, cuanta desdicha y coraje y cuantas miradas mustias de las putas hipócritas que te observan impasibles, insensibles. Lo que guardas en tu corazón es solo para ti y para nadie más, nadie lo ha merecido, nadie tiene nada que decirte ni nada que criticarte. Si no fueras mi amiga me moriría de pena por ti, pero te mantienes con un corazón limpio y puro y magnífico, la lealtad que guardaste siempre, es tú mejor trofeo, como virgen perpetua en tus sentimientos castos y puros te elevas por encima de toda esta miseria que es la vida. Y escondes tu la belleza de tú esencia bajo la piel, bajo ese caparazón escueto y cansado. En tú juventud parecías una nínfa en su paraje de ensueño poético, cuando en realidad eras una mártir enclavada en la miseria humana, como una rosa escondida entre la maleza y el lodazal. Echaste raíces en el árido desierto humano y floreciste sin dar fruto. Hacías milagros sanando almas quebrantadas y desabridas, hacías milagros que no caben en la mente ni en los recuerdos. Te metías en lo más profundo de las grietas que tenían los sentimientos de esos pobres que te visitaban al atardecer de sus días, y empezabas a resanar los quebrantos que habían padecido los corazones desahuciados. Con todas las maldiciones que llevabas a cuestas no entendí jamás como fue que no moriste de tristeza. Así estabas cada día y con la sonrisa en los labios y la inocencia de una adolescente en cada nuevo amor. Reina sin corona y madre sin hijos es tú titulo, la madre que a falta de hijos a quien darle comprensión y apoyo, se lo dio a cualquier miserable que necesitara un poco cariño, un poco de alegría y esperanza. La cariñosa te decían sin saber lo que decían, la cariñosa te decían cuando debía decirte Diosa.
     
    #1

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