1. Guest, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Dismiss Notice

La Confesión

Discussion in 'Poemas Recitados' started by Carlos Estrada, Sep 14, 2025 at 7:09 PM. Replies: 1 | Views: 41

  1. Carlos Estrada

    Carlos Estrada La Poesía nos rescata del acantilado del olvido.

    Joined:
    Aug 7, 2024
    Messages:
    74
    Likes Received:
    104
    Gender:
    Male

    “El amor es un humo hecho con el vapor de los suspiros”
    William Shakespeare

    La Confesión


    Muere otra tarde apacible,
    herida fue por la daga
    filosa de las tinieblas
    de la noche ya cercana.
    Es tiempo de confidencias,
    deshecha está la coraza
    del día cuando desteje
    su urdimbre de hilos de plata.

    El crepúsculo y su estela
    roja y púrpura se marchan
    y penden del firmamento
    tenues brillos como alhajas
    y se agita en torbellinos
    un enjambre de alabanzas
    y el silencio es el propicio
    para relatos y charlas.

    Mientras de ébano azabache
    la penumbra se disfraza
    en estas horas serenas
    un hijo y su madre se hablan
    pero él luce ensimismado
    cual si del aire colgara
    y parco, apenas platica
    y atiende de mala gana.

    Está absorto en pensamientos
    que no conducen a nada,
    se esfuerza en saber qué siente
    en sus profundas entrañas,
    lo invade una gran zozobra
    como si algo le faltara
    y nombrar no sabe aquello
    que en su ser vive y se agranda.

    La madre pronto lo advierte,
    la faz del hijo repara,
    se inquieta y fruncido el ceño
    al fin le inquiere intrigada:
    —¿Por qué te veo abstraído,
    cuál sombra tu mente empaña
    que estando aquí estás tan lejos,
    quieres contarle a tu mama?

    Él se resiste un buen rato,
    vacila en abrir las arcas
    donde guarda los secretos
    y los misterios de su alma.
    Luego rompe su silencio
    viendo a la madre que aguarda
    y procurando consejos
    le dice en estas palabras:

    —Ay, madre, cuánto quisiera
    librarme de dudas vanas
    pero me siento extraviado
    y no sé lo que me pasa.
    Te juro, por más que pienso
    no tengo idea y me alarma
    que tamaña incertidumbre
    me produzca una muchacha.

    Cuando ella no está conmigo
    las horas lentas se arrastran
    y a mi fe cubre el hastío
    con su añil manto de escarcha.
    Dime tú, madre querida,
    ya que estamos en confianza:
    ¿Será que me he vuelto loco,
    que tengo ideas insanas?

    Ella lo observa y sonríe
    condescendiente y declara:
    —¡Claro, debí suponerlo,
    mira, no digas bobadas!
    Desde el comienzo del mundo
    y hasta el final, si se acaba,
    eso es capricho, hijo mío,
    capricho, cosa que pasa.

    Pero él niega en desacuerdo
    con tal sentencia mundana:
    —No, madre, sé que no es eso
    pues este ardor se agiganta
    con el aroma en su pelo
    que huele a tierra mojada
    y el calor que hay en su frágil
    cuerpo núbil de muchacha.

    Solo el pensarla trastorna
    y acaso aloca el besarla
    con frenesí entre mis brazos
    que añoran su piel dorada.
    Tan solo el rozar sus manos
    prende en mi carne fogatas
    y ruge lenguas de fuego
    mi fiero instinto entre llamas.

    —¡Vaya un Don Juan! ¡quién diría!
    (de asombro, la madre exclama).
    Creo entender que te duele
    tu soledad descarnada.
    Parece un caso resuelto,
    si la razón no me engaña
    eso es lujuria, hijo mío,
    lujuria, cosa que pasa.

    —Otra vez, madre, discrepo,
    no solo de eso se trata
    aunque es cierto que el deseo
    me calcina y me traspasa.
    Reconozco en mí ese anhelo,
    no te lo niego, me encanta
    la idea de hacerla mía
    su vez primera en mi cama.

    Sin embargo, esos antojos
    y ansiedades se acompañan
    de un sentir que me ilumina
    cual faro en tormenta aciaga.
    Quiero habitar su cabeza
    como un náufrago a su playa
    y adueñarme de su mente
    y así hacerla mi morada.

    La madre enarca las cejas
    murmurando: —¡Vaya, vaya!
    si es así como me cuentas
    mis puntos de vista afianzas.
    Son solo sueños baldíos,
    ideas descabelladas,
    vana ilusión, hijo mío,
    ilusión, cosa que pasa.

    Y de nuevo, insatisfecho,
    él replica sin tardanza:
    —Mil veces me he ilusionado,
    fueron tantas veces, tantas
    como las desilusiones
    que me inundaron sin falta
    pero esta emoción que siento
    lo mismo es dulce que amarga.

    Y es que a deshoras la sueño,
    conmigo va donde vaya,
    su voz vive en mis oídos,
    su risa, madre, me embriaga.
    Dime, autora de mis días,
    dime qué hacer pues su lanza
    me la ha clavado muy dentro
    y no sé cómo sacarla.

    —Ciertamente, hijo, te digo
    que ya estoy peinando canas
    y a esta edad sorprende oírte
    pronunciar tales palabras.
    Mas, no te aferres, muchacho
    y esquiva a tiempo sus trampas.
    Es obsesión, hijo mío,
    obsesión, cosa que pasa.

    —¡Cuánto quisiera creerte
    madre mía, mi buena aya!
    y aprender de tu experiencia
    y grabar tus enseñanzas.
    Pero algo en mí se resiste
    a admitir que he de alejarla
    pues ella me corresponde
    y nadie se le compara.

    Ella ha sembrado y germina
    en mi pecho una amalgama
    de sentimientos divinos
    y sensaciones extrañas.
    Ya no concibo la vida
    si ella no está en mis mañanas
    y temo vagar perdido
    sin su luz que es la del alba.

    Se hace un escaso silencio,
    la madre está consternada:
    —Veo este asunto más serio,
    más de lo que yo pensaba.
    Sin embargo, un buen remedio
    será tomarlo con calma,
    solo es pasión, hijo mío
    y aun la pasión, también pasa.

    —¿Y cómo la olvido, madre,
    cómo evitar el pensarla,
    cómo borro de mis ojos
    las olas de su mirada,
    cómo destierro su imagen,
    cómo la arranco de mi alma,
    cómo esfumo del recuerdo
    besos y caricias tantas?

    Pretender, madre, ese olvido
    es querer volar sin alas,
    querer atrapar el viento
    o al agua querer domarla;
    hacer que dos primaveras
    viva una rosa cortada
    o atar el cauce del tiempo
    que nunca jamás descansa.

    Grave está el rostro materno
    porque entiende que no encajan
    sus simples definiciones
    de lo que al hijo le pasa.
    Se sumerge en su pasado
    y evoca memorias mansas
    y abre arcones de secretos
    y halla nostalgias lejanas.

    Recuerda su adolescencia,
    su juventud tan lozana
    y sus viejas fantasías
    con las del hijo compara.
    Súbitamente le mira,
    hay fulgor en su mirada:
    —Es el amor, hijo mío,
    es amor de pura raza.

    La confesión de tus labios
    me convence porque es franca.
    Hijo, estás enamorado,
    pobre de ti si malgastas
    tu tiempo haciendo la guerra
    al dios Amor pues te mata
    con sus punzantes saetas
    de dicha y pena forjadas.

    No hay tesoro más preciado,
    no hay bendición más ansiada
    que el amor cuando se ofrenda
    a quien lo acepta con ganas.
    Deja al tigre de tu sangre
    libre y presto a la batalla
    y defiende lo que es tuyo,
    el amor de esa muchacha.

    Y deja allí al joven solo,
    sosegado y sin palabras;
    desbaratadas sus dudas
    tiene la paz que buscaba.
    Él ve entonces que su historia
    bien merece ser contada,
    ordena sus pensamientos
    y empieza a escribir con calma…
     
    #1
    Alde likes this.
  2. Alde

    Alde Miembro del Jurado/Amante apasionado Staff Member Miembro del JURADO DE LA MUSA

    Joined:
    Aug 11, 2014
    Messages:
    18,315
    Likes Received:
    14,853
    Gender:
    Male
    La noche llega, marcando el tiempo para confidencias.
    Un buen consejo de una madre hacia su hijo sobre la importancia de abrazar su amor.
    Siempre es un honor visitar sus líneas.

    Saludos
     
    #2

Share This Page