La mar

Noto a lo lejos una tormenta
que avanza hacia mí.
En este mar calmado,
donde surco con mi barca el océano
en busca de un oasis que me salve.

Mientras se acerca,
maldigo el día que decidí embarcarme en un viaje suicida;
en dejar mi vida y mi rumbo en tus manos.
Y deliro fruto de este agua salada,
que hace arder mi garganta
y maldecirte una vez más.

Llegó la tormenta.
Y lucho por mantenerme estable y a flote.
A penas veo,
a penas siento más que este pavor
que recorre mi cuerpo.
Tus sacudidas,
tu bravura que zarandea esta pequeña barca
en la que, de rodillas,
me redimo a ti
y te encomiendo mi alma.

Caigo inconsciente en el suelo,
pues mi demacrado cuerpo
no soporta más tus envestidas.
Después de aquello
no recuerdo más.

De repente despierto
en mi ansiado oasis,
en otra lección de mi patria:

Después de la tormenta
siempre llega la calma.​

 

Buenisimo, me encanto

 

Muy bonito, y además, merecido. Quiero decir, el descanso. Je, je, je.