Maldita tristeza

La voz de la tristeza dicta mi escritura,
sin saber explicar la negra oscuridad,
que sale del profundo enigma.

Son palabras huecas las que llegan a la mente,
incrédulas, caducas de sentido, de tiempo.

Esta tristeza que no se aparta, y se acrecienta,
que se vuelve pareja de mis entrañas,
revueltas en la enfermedad bestial que hoy me atrapa.

Palabras vanas, impronunciables,
carentes de imaginación, carentes de sentido.

Lazos rotos sin razón,
sin explicación... esa es mi tristeza!,
hierba mala que crece segundo a segundo,
que odia la distancia y el misterio de un adiós.

Tristeza que dicta en el silencio, y aniquila la fe,
esa fe esperanzadora que agoniza.

Esta tristeza sin fundamento,
por tener todo a mi alrededor,
es tan mía, que es imposible olvidar.

Silencio maldito que traiciona mi corazón,
y yo parco, tan parco como no lo había sido
desde hace mucho.

La tristeza es mía y me dicta,
y el silencio la acompaña en cada acuchillada.

¿Por qué la fe se ha alejado?

¿Porqué me ha dejado la seguridad de mis actos?

¿Será porque la que dicta es fiel compañera mía?

Sí, maldita tristeza, nuevamente soy tuyo... tómame.​