Mil razones

No pude discernir exactamente la plenitud de su cuerpo
entrò como suelen hacer los desconocidos;
impalpable.
Lo acompanaba una mùsica mìnima
quizàs huìa
y al azar encontrò mi puerta,
luego lo vi salir.
Llovìa.
De repente
escucho nuevamente un susurro de acordes,
empecinado en encontrar argumentos
estaba frente a mi,
dibujaba mi rostro decidido a enloquecerme,
por el temblor de mi cuerpo
supe que me atrapaba el alma.
Escapò a la habitaciòn contigua
el valor que a veces nos trae la esperanza
me llevò a encerrarnos.
No habrìa otra ocasiòn,
fabriquè un hueco en mis manos
lo vi otear cada pliegue de mis dedos
eran un muro de miedo.
Fue mi huesped.
Me mentì para producir esa sensaciòn de pertenencia
que da al hombre privilegios,
pero nadie me perdonarìa esa pèrdida.
Despuès del milagro,
le devolvì el zunzun a la tarde.

 

Bella forma de cerrarlo. Muy agradable la lectura. Te felicito.

 

Què bueno..., me voy a acostumbrar a sus elogios. Para mi es una satisfacciòn y un compromiso, no puedo bajar la guardia.
Gracias, un abrazo, Pilar.
Luego le escribirè un mensaje privado.