Nunca jamás

Llegando
hacia donde las plumas
nunca tocan los suelos,

contando,
como si las gotas fueran exactas,

armonía aquí no hay,

todo es ley,
todo es último suspiro,

volamos cayendo,
nunca libres,
siempre atados al tiempo,

y aún encontramos belleza en la anatomía,

como un lector la encuentra
en las palabras,

como un oyente la encuentra
en los acordes,

como la emoción imita,
cada sensación mental,

fluimos como rocas en un río,

nos encontramos frágiles,
cuando toda rigidez nos parte,

volamos sin artes,

chocamos
con nuestra cuerda insignificancia.

 

El poema es una meditación sobre la fragilidad humana frente al paso del tiempo, la ausencia de armonía, y la constante tensión entre el deseo de libertad y la inevitable caída. Aunque todo parece estar regido por leyes inquebrantables y finales inevitables, el poema encuentra destellos de belleza en lo efímero: en el cuerpo, en el arte, en la emoción. Sin embargo, esa belleza no salva de la condición última del ser: estamos atados, fluyendo sin dirección, y enfrentados a nuestra propia insignificancia. La conclusión es clara y melancólica: por más que intentemos volar, chocamos con los límites de lo que somos.

Saludos cordiales