Obstinadas certezas

Paz, serenidad, calma chicha
justo antes de que se desate
la convulsión de las inquietudes,
la coyuntura de las decepciones
en las pupilas de los ojos frontales,
en las lenguas anudadas al yermo de un roído ideal,
en lo íntimo de nuestro irritado desazón,
el mismo que nos deja un gusto agrio
y un resquemor de marcha militar.

La desesperación del mundo
filtrándose en nuestra sangre como desiertos salinos,
los derrumbes de los últimos pilares que sostienen
lo azul en el horizonte,
la aversión que se vuelve un manto de cenizas que cubre
de muerte universal
la memoria,
la conciencia,
la moral incendiada por las antorchas
de la trasgresión de las palabras.

Dios no está de nuestro lado en esos momentos,
ni la fe ni la esperanza,
sólo hay una infinita esencia de doctrinas extenuadas
luchando por la supremacía
en la población de la legalidad del desvarío.

Estamos solos, vacíos,
marchitos, podridos,
cansados, dilapidados,
torcidos, heridos…

Y el dolor hace brechas en las venas
apagando las luces de las certezas.
Solamente hay dudas, rústicas tenacidades
con galimatías, del caos,
del laberinto de la sinrazón
que nunca muestra la salida a la luz.

Un febril estado que muestra lo más primitivo
por las emociones desguarnecidas.

 

Y... con tal de mantener la paz en el mundo, hay que procurar las cordialidad (aunque el vecino de junto ya me tiene ¡¡¡HARTO!!!).

Nahh...

Un saludo cordial.

Dragon Ecu

 

Jajaja…

Me leíste el pensamiento, amigo.

Gracias por tu visita.


Un abrazo grande.

 

Mi estimado Danie, no olvides que las palabras dichas en otras bocas cambian de autoría. Es decir que "mi escrito", "mi historia", deja de ser mía para ser del lector.
Sucede también cuando me refiero "a otro", ocurriendo que al leerlo "el otro" enseguida el objetivo paso a ser "yo".
Así cada palabra, cada letra de tinta negra se vuelve contra el autor como cuervos buscando vaciarles los ojos. Y si la tinta es roja incendiaria, o amarilla pálida, o verde decrépita, tales sensaciones pueden atacar a su creador. Es el precio que pagamos por el placer de escribir. Nos volvemos masilla en manos de quienes nos leen.

Aclaro y esto no es ninguna crítica personal o consejo, simplemente es un hecho de la vida.

Un abrazo y por favor... no hagas caso de mi filosofía barata.

Dragon Ecu

 

A veces el caos lo provocamos nosotros cuando amanecemos y no encendemos la luz para apagar la noche.
Un gran poema, cargado de subjetiva desazón pero: que no cunda el pánico, podríamos estar peor.

Un gusto volver a leerte. Te saludo.