Ojos fatigados

La vela moja los ataúdes de mi cuerpo, siempre crisálida en su dedo más hermoso
o desdeñada de solsticios cubiertos por las voces desteñidas de los pájaros.
Y ya no es este lunes de cárceles el que se ahoga de cemento
sino el viento sudoroso que se esconde en nuestra nuca
para esfumar los vestigios de esa arena muerta que descansa en mi costado.
Pero los días se aferran a la tierra como estatuas de barro luminoso,
como vasos de polvo navegando ese liquido de fuego donde estallan las pestañas,
como sombras, dudas, inviernos apagados a la intemperie,
hojas muertas que aún viven mientras las nubes encienden mi último cigarro.
Y después vendrá un tiempo breve a tejer nuestras palabras.
Palabras aparentes que acunan los silencios que me habitan por debajo de la lengua.
Palabras que desgastan las palabras como muro de gaviotas en la niebla.
Palabras ausentes que me persiguen como tempano de miel sobre el asfalto
o como un cuervo de diamantes que exhibe nuestra sonrisa más dura.
Es en este sitio donde la soledad sitiada cabalga las notas fingidas de mi vejez,
la máscara de agua que se ahorca en los rincones de mi bosque,
el aullido profundo de las flores que apaga la primavera de estrellas.
Y el resto es lo que se queda en el rincón, lo que se mira con la garganta
cuando los ojos respiran de tanta piedra que los golpea.

 

lleno de nostalgias tu poema me gusto mucho felicidades alejandro