Padre mío

Cuando aún estabas vivo no me hacías tanta falta, Pero ahora que estas dormido, añoro tus enseñanzas.

En una tarde de neblina y llovizna se te fue la vida y tu tan llamativa doctrina, la misma que tus colegas de vida envidian.

Ya son casi cuatro años, cayendo en peldaños. Cuatro periodos de olvido y sufrimientos. Me intento conformar con lo básico del ser y los que se quejan de mí proceder, no saben lo que me falta de aquel hombre de barba que no aprendió a querer.

El vacío dejado: en ocasiones me ha iluminado, pero en otras situaciones me hace sufrir junto al recuerdo del parque de los muertos. El tiempo pasa rápidamente, pero de igual forma, sigue muy viva la misma alabanza celestial de intervenciones corpóreas. Tú cuerpo está muerto y el alma espero que por fin descanse.