Paradigma lugubre

Mientras embebido en el aliento de un sombrío cielo.
Respirando a través de mojados vidrios.
Revolviendo pomposamente cada pensamiento.
Me aleje por un momento del lúgubre sepulcro.

La lluvia caía tan queda en las aceras, resbalaba sigilosa
por los tejados, menguaba de lugar en lugar.
Cada parte de mi era elevada a un disoluto sueño.
No había mujeres gritando ni hombres infantiles peleando.

Era una sinagoga colmada de inmensidad y calma.
El edén soñado. Esa infraestructura inmutable al apogeo.
Bebí incansable de la fresca brisa de miel, de ese
ceremonial tributo al descanso de la interminable orgía.

¡Ahora no vendrán las amapolas a envejecer en mis manos!
Ni los buitres, ni los escarabajos lamerán mi piel.
-Soy sordo como el sol, mi piel es velero de rastros imposibles.
Mis pasos solo caerán en la endecha solitaria del rayo lunar-

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