Poema ausente

Escondes tu mirada con el temblor de un camaleón descubierto en una breve partícula de tiempo pero se que aún anhelas el poderoso latido de un amanecer de sangre caliente y el roce de la piel que subía la temperatura de todos los termómetros.

Puedo verlo en los minúsculos abismos que traslucen tus caderas al andar como si pisaras charcos de lágrimas amargas.

Puedo verlo en el fino velo de hielo de tus pupilas que oculta olas furiosas que buscan su tormenta con el ansia del pájaro herido que se sabe muerto porque no puede volar.

Puedo verlo en los restos de sudor y en el inexplicable brillo que deja tu rastro, que delatan desvelos de la madera en la oscuridad de tus sueños.

Sabes que provocas escalofríos en el viento del olvido, donde habita esta nada, esta ausencia, donde nunca existieron los besos que nos dimos y mis labios son como náufragos de tu cuerpo que regresaron ciegos.

Tu constante presencia es el vertedero que visito cada día y en él encuentro cosas como un ascensor abandonado donde las telarañas tejen tus gemidos y me siento a ver morir la luz en los metales.

Si encontrara un destello de arcilla en las rocas que atraviesan mi garganta me acercaría y te diría que cada amanecer me trae un mundo ajeno y extraño y que tu risa era la hoguera donde dolorosa y lentamente ardían mis días y yo quemaba mis penas.