Puerto Rico

Puerto Rico,
te escribo desde la nostalgia,
desde la lejanía
de quien mira la luna y pretende
que es un farol perdido en tu selva.

He escuchado tus llantos,
los coquíes entonan canciones
a la sombra de los flamboyanes,
y el café en la mañana
tiene el aroma de tu tierra húmeda,
el sabor de tus montañas.

¿Cómo decirte lo que siento,
sin que suene a poema mal escrito,
a carta de amor dejada en el buzón equivocado?
Te amo con el amor de los exiliados,
de los que añoran el calor de tu sol
mientras tiemblan en tierras ajenas.

Tus playas, extensos lienzos de azul y espuma,
guardan las huellas de mis ancestros,
y cada ola que se retira
lleva consigo mis suspiros.

Puerto Rico, no eres isla,
eres anhelo, patria, hogar.
Eres la historia de los míos,
eres mi historia,
sin ti no sé contar.

Tus tormentas,
furiosas amantes que regresan,
arrasan pero también limpian.
Tú, en calma o en tempestad,
sigues siendo refugio para este corazón errante.

Y cuando el Yunque golpea el cielo,
y tu selva se envuelve en misterio,
te siento más mía, más hondo,
como si cada relámpago fuera
un verso de Dios, escrito solo para nosotros.

Puerto Rico,
a veces pienso que te inventé
en uno de mis sueños de poeta,
pero luego veo tus niños corriendo,
libres bajo el sol,
y sé que eres real,
más real que mi propia piel.

Te escribo y te lloro,
te celebro y te vivo,
con cada palabra,
con cada silencio,
Puerto Rico, mi amor,
mi dolor,
mi todo.

 

Me encantó. Soy puertorriqueña en exilio. Llevo varias semanas escribiendo una composición para mi isla y como dicen tus letras, no quiero que sean mal escritas. Tus versos son hermosos y certeros en sentimiento. Me han encantado.
Te dejo mi admiración y miles de estrellitas, más el eco del ‘coquí’.

 

Gracias. Yo regreso a la isla pronto. Tengo un espacio detras de las murallas del Viejo San Juan donde es pero mis cenizas vuelven al mar