Un deseo

La vi muerta y tuve que guardar el salame en la heladera,
comer fiambre con un muerto al lado no esta bien, es poco ético.
Por la derecha, visitantes llenos de vida,
por la izquierda se fugaban las sombras, los árboles,
y ella,
ella en el medio, muerta, hermosa y muerta.

El blanco de esta hoja, no es más blanco que su rostro,
jamás vi humana de ojos tan bellos,
tan fijos, tan perdidos en la inocencia de ya no tener destino.
La pintaría, si supiese retratar.
Debo disfrutarla, nunca la vi quieta tanto tiempo,
podría hablarle, quizá hoy si me escuche.

Es primavera afuera,
el viento trae una ola desde la montaña que no llego a entender,
es un hola, es un alguien que dice ya haber muerto antes,
la viene a buscar,
pero es mía.
Peleamos, pero siempre me dejo ganar.

Ella huye, se la llevan, pero se que aún muerta ella quiere huir,
creo que sonríe,
o es mi paranoia.
¿Y si estaba dormida?
¿Y si fingía estar muerta, muy muerta?
Qué salvajes son las emociones de la inseguridad,
recuerdo su azúcar amarga,
su acento a rubia tímida y vulgar,
la empiezo a recordar y debo buscarla, ya.

Voy a dormir, voy a soñar una arquitectura de besos,
voy a llenar una fuente de girasoles,
la voy a revivir, con otro nombre, con otra fe,
pero voy a darle su olor, su egoísmo y su ficción.

Hay algo invisible que me sofoca.
¿Serán restos de su cuello? Me cuesta respirar.
Suena el teléfono, ella no es, lo sabía.

Ya tengo hambre, tengo salame y algo de pan,
que vacía es la verdadera realidad.

Un deseo: vernos morir.