Vencí.

Vencí...
Apoyándome en la pequeñez.
Una y otra vez.
Como el trompo que gira, sobre su punta metálica.


Insistiendo en la misma idea. Empujando mi Amor, hacia la profundidad.





La terquedad fue mi aliada...
Aterrizo como puedo.
Me muevo en un avión...
Tiene potentes motores. Mi mente puede volar.


Destaco, despunto, sobresalgo... Y mi turno, cesa. Ya, no hay más protagonismo.


Era un prodigio...
Atlético.
Del verso libre.
Y no una máquina de amar y de matar.


No podía ser tan drástica, ni tan hostil. Sino templada, como la batuta de un director de orquesta.

 

Me encanta como asocias cosas en tus versos, la fuerza del vuelo de un avión con tu capacidad de crear por ejemplo... Buen poema. Saludos

 

Gracias, amiga, por valorarme; creo que me voy a poner una medalla de oro. ¡ Soy un atleta del verso libre ! Me encanta la autoestima. ¡ Celebrémoslo ! Vente conmigo, al pódium. Vamos a compartir el primer puesto, en estas carreras de obstáculos.