A troya

Estos días cruzo ríos,
mato a mi hermano por un pedazo de tierra;
te encuentro en el brote de cada lágrima,
gasto mi alma como la espada en guerra.

Divago en el tiempo ahora ancestral de tu desnudes,
me acomodo en los pechos de una mujer ajena;
traigo pudor que despierta la carne,
es que acaso no me escuchas mi Helena.

Acaricio la cepa de tu sexo
mientras nos transpiran las ganas, llena con los colores de tu veneno mi espina dorsal,
se dilatan nuestros cuerpos y, deambulo con el instinto animal poseído de un alma.

Que desgraciado,
esperando tu respuesta cuando te has ido estando estática ante mi sentir en esa tu sillita
con tú gesto de nobleza y la singular mirada que
me derrotaba sin necesidad de una guerra.