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Tema en 'Poesía realista (sin premios)' comenzado por Tomasa, 27 de Junio de 2024. Respuestas: 0 | Visitas: 272

  1. Tomasa

    Tomasa Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    15 de Abril de 2023
    Mensajes:
    176
    Me gusta recibidos:
    263
    Género:
    Mujer
    Por lo menos leíamos algo,
    se escuchaban historias de todo tipo,
    era un lugar tranquilo,
    con cafetería,
    la asistencia era gratis
    y repartían chocolatinas,
    cosas así.

    Era una tribu heterogénea,
    desde gente más cocida
    que un mejillón
    hasta culturistas,
    pasando por macarras,
    abuelas,
    policías,
    empresarios
    picateclas,
    gacetilleros,
    picapleitos,
    sacamuelas
    muchos camareros,
    veteranos de guerra,
    gente con los días contados,
    de todo,
    también hermosas mujeres.

    Algunos, bastantes,
    estaban obligados
    a escuchar la turra
    o darla
    por mandato judicial.

    A mí me relajaba
    porque así no tenía que comerme
    el marrón de estar en casa
    y además bebía menos
    y me concentraba mejor
    en mis chorradas.

    Daban unas fichas
    como galletitas con aplauso
    por objetivos cumplidos,
    y a los que llevaban 18 meses,
    los solían celebrar con ringorrango.

    Era un mecanismo que aquellos individuos
    habían configurado para llegar
    al tema de Dios
    por la puerta de atrás,
    sin que nadie los viera,
    como de incógnitos.

    Atrapaban nuevos borrachos
    igual que quien usa un cazamariposas
    por la taberna del fin del mundo.

    Tenían una tradición de doce pasos
    o sacramentos administrados
    por mentores,
    que eran los sacerdotes
    del dique seco.

    Los mentores también tenían sus mentores
    y estos, a su vez, más mentores;
    era una cadena de gente
    vinculada por una negación,
    el no a esa bestia que habitaba
    en sus corazones beodos.

    Una comunidad de almas
    avasalladas y unidas
    frente a la misma amenaza;
    portadores de un demonio
    o enfermedad que les decía,
    (pérfida, insidiosa, mendaz)
    que, en realidad, ellos
    no estaban enfermos.

    Eran bastante dramáticos,
    en algunos casos no era para menos,
    pero a mí la abstinencia
    no me interesaba,
    yo quería alcanzar la maestría;
    tampoco confundía enfermedad
    con adicción,
    lo que automáticamente
    me condenaba a ser
    un hereje.

    No creo en cerrar los ojos
    cuando llega el demonio a visitarnos;
    el demonio es paciente
    y sabe esperar
    a la vuelta de la esquina,
    detrás del más mínimo traspiés.

    Prefiero ofrecerle mi tributo
    de sombra,
    honrar su horror,
    dejarle echar
    su canita al aire
    de vez en cuando;
    lo demás es atrincherarse
    en unos dogmas
    que algún día caerán
    como un castillo de naipes.

    No hay mejor psicólogo
    que el exceso ocasional.
     
    #1
    Última modificación: 27 de Junio de 2024
    A dragon_ecu y Luis Libra les gusta esto.

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