Dame

Dame, para mi ocaso, la vida que en ti descanso.
Toma, de mis manos, el aire que respiro por ti.
Rompe, con tus dedos, la telaraña del silencio que nos separa.
Enviste, con tozudez, contra esa pared falsa que se antepone a tu piel.
Resiste, con constancia, la duda que te embarga.
Compara, con decencia, el tiempo que añoras y no llega.
¿No ves?
¿No escuchas?
¿No sabes?
¿Qué?
Que el murmullo del agua cantarina se aproxima.
Que las flores acrecientan sus risas.
Que la luna se balancea esperándote.
Que te aproximas.
¡Escucha!
Sientes mis latidos alborotados.
Sientes mis risas en el encuentro.
Sientes la noche en tu lecho.
¿Lo sientes?
Si es así, ¿qué más quieres?
El amor llama a las puertas cerradas y a las que están abiertas les alcanza.
Salir a la calle a empujar las piedras con las puntas de los pies de nada te sirve.
Confundes el camino por que quieres razones y no las hay.
Escribe un panfleto de tus sentimientos y lánzalo al viento.
Entonces sí.
Entonces encontrarás ecos.
Camina entre esa gente que si escucharas no dejaría hueco para tus voces que a gritos reclaman.
Te arrastras entre los soportales, cobijando tu sombra para que nadie se aperciba de tu desolada presencia.
Levanta la vista.
Una nube rosa se posa.
Otra.
Y otra.
Reflejos de ocaso que anuncia la noche calmada y serena, pues a ella me llevas.
No tengas cuidado.
Siempre que quieras reconstruirás un pasado.
Me pondrás colores.
Añadirás bondades.
Las que yo te he dado.
Soy ese sueño de alguien que nunca ha llegado a darte ese abrazo.
Alguien que ha cobijado tu cuerpo en su regazo.
Todos y todas lo soñamos.
Nos queremos en otros brazos.
Te ofrezco los míos para que descanses.
Acuno tu llanto con un suave canto.

 

Dame tu mirar,
para poder ver la eternidad;
tu tiempo,
para seguir sufriendo tu ausencia.

Dame tu abrazo,
para quedarme unido a ti;
tu pecho,
para soñarte mientras te espero.

Un verdadero honor leerte en esta magnifica exposición de los versos que canta tu alma.