Indiscriminadamente.

De pronto apareces.
Pero mi estrategia ya no es la misma.

Te veo, ebria de felicidad, felicidad líquida.
Y me encantás.
Con cada uno de tus cabellos rizados.
Tu tambaleante figura, cayéndose...

¿Qué hizo el mundo con vos?.
¿Cómo permitiste que pasara?

A quien podre culpar, yo que no tengo nada, incluso que criticar.
Al momento, de no saber por donde empezar, me da la impresión de empezar por el final.
Una pequeña despedida.
El diálogo a través de terceros.
Un "adiós" que precede un comienzo incierto.

Y sólo, quisiera saber...
¿Qué te lleva a ese comportamiento?
Y me veo a mi mismo, un poco más joven, y no logro entender de igual manera.

Desprecio un poco, la amistad; ¡soberbio!.

Y es de hecho, eso...
El casi insignificante y delicado factor, de ni siquiera conocerte..
Y me resumo en una palabra: "hola"... frase que se escurre entre-dientes y cortante.

¿Te parece poco?.
Solo permite el abuso, lo que digo con la mirada, aunque pasiva,
debería de expresar mejor, mi leve interés por todo aquello que te pasa.
No debería, claro está, no soy tu salvador, ahora, y por el momento
apenas puedo con migo.

Más podría ser de provecho, en muchos sentidos, y no sola y exclusivamente
en ese fiel sentimiento que me invade a flor de piel; que me hace sentir humano,
ese escalofrío que recorre mi espalda, cada vez que tu castaña melena, y tu
figura, delgada, esbelta, danzante y mirada hasta un poco ingenua, atraviesa mi
aparentemente distraída visión periférica.

Y... me cuestiono, ¿será, tan esencial, tan divina, tu anhelada presencia?

O solo soy yo... otra vez... amando empedernida e indiscriminadamente. ​