Lejana adolescencia

Entorna mis ojos
El viento pampero
Y acompaña mi vagar de niño
Su soplo pleno.

Me placen sus aires
Cuando mecen los trigales
Y acaricia con su impulso
Las totoras que se mecen.

El arroyo despreocupado
Corre suave y sin apuro por su cauce
Y hago lo mismo errando ocioso
Acompañando su andar
Con mi sombrero de paja
Y una caña de pescar.

Patos, gaviotas y flamencos
Me miran curiosos al pasar
Y entona mis oídos
El chispeante murmullo
De los pájaros del monte
Con su canción que no cesa.

Dulce es mi sonrisa
Cuando en la tarde de estío
Veo a las muchachas en flor
Que mirándome coquetas
Corren tras las mariposas
Con gracioso y etéreo andar.
Y acariciadas por el aura
Bailan entre pétalos de flores
Que caen del cielo
Para besarlas.

En la calma plácida del verano
Me conmueve
La presencia del ombú
Que impone respeto
Con su soledad altiva
A la grandeza que lo rodea.

Y es mi bienestar pleno
Adormecerme a la sombra de los sauces
Oyendo el susurro
Del arroyo que corre.

Y alejado del mundo
Mirando al cielo
Tenderme en jergón de trebol
En tarde de siesta
Sonriente y con dulce dejadez
Entre las caricias
Del aura del pampero.

ADOLFO