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Naves-.

Tema en 'Poemas Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por BEN., 11 de Enero de 2021. Respuestas: 0 | Visitas: 293

  1. BEN.

    BEN. Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Hombre
    Vivo en una nave

    mi corazón se ensangrienta

    una vez al mes, abre sus puños

    de caracola, y funde sus ahorros

    en libros y objetos decolorados.

    Vivo en una navío

    vergel de antiguas horas

    sombría ejecución de masas

    donde florecen todavía amapolas

    y señuelos.

    Vivo, en la sangre meditabunda,

    en que oscurezco el signo de las palabras,

    donde rozan mi locura, persianas y antiguos

    testamentos, y fluyen los ríos del delirio.

    Vivo como sombra posterior

    alimentando mi liquen de nombre insomne

    donde arraigan labios y brazos tan estrechos

    como la angustia de un barbero equidistante.

    Vivo sobre la sombra superior

    busco la permanente oferta

    y en los labios hallo el mar

    y las ofrendas dedicadas a él,

    espuma y ultraje nuevos.

    En las ingles llevo rozaduras impermeables

    como castillos de costras duras y solícitas, amables

    en que un caballero de antiguo orden

    dilapidó su fortuna en cuestión de faldas y atropellos.

    Dónde vivo

    en qué hallo el mar

    si unos labios prometen

    y unas manos tan esbeltas

    dan su ofrecimiento tenue y rescatado.

    Del naufragio de una amapola

    invulnerable a fuerza de simas

    de hielos y categorías, de esquirlas

    y llantos, de memorias ajustadas

    sí, su sombra diverge en lo profundo.

    Por qué hallo siempre cabellos

    latitudes de un mapa extraviado

    por las viejas cancelas de los días

    encerrado en sus dimensiones

    tan opacas como herramientas o dientes.

    Y esta sucesión de invisibles

    de pacíficos tormentos carnales

    de sucesivos cuerpos sin mancha

    aguas bautismales en que quedé

    exonerado.

    Por las viejas luminarias de la tierra

    por los recovecos insignes del mármol

    en que fue un ángel de invisible belleza

    ciego tropezándose por el cielo y la ira.

    Por las hueras sombras del diente

    unas tenacillas inveteradas fulminantes

    y esa pasión de los relojes que acaban

    por los pasillos saludándose.

    Grisáceas normas te trajeron

    oh niño encantado, a la vieja tierra

    donde se produce el ensalmo y la cólera

    la vendimia y la frescura de un arado durmiente.

    Y fui trayéndote yo, el más obtuso de los

    hombres, caricias de reposo sosegado,

    dientes de alabastro, coronas superficiales,

    tragos de amargura sobre copas de monarcas

    despreciados.

    Hasta la tierra, fin del universo

    su permanencia indecible que endurece

    los labios, su cuerpo de materia vencida.

    Astro divergente, llamas y una voz de huracán

    ennegrecido, esto conseguí, de mis labios

    ni un fino estremecimiento de hielo.

    Por las laderas y los terraplenes iracundos

    como trompetas deslizándose por un antiguo violín

    cuyo sonido muestra rosas envenenadas.

    Su voz fue como un escalpelo

    horadando mis filamentos de osadía

    los estandartes agónicos de mi figura

    y esos alfileres sonando a gota dormida,

    a perro muerto.

    Su voz, sí, llena de búsquedas

    abierta a mares de sustancias

    golpeada por la bella materia

    por las azules divisiones del magma

    como una prisión que se abriera

    alrededor de un roble o una esquina.©
     
    #1
    A Chema Ysmer le gusta esto.

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