Reflexión 82

Muerte después de la muerte,
la consciencia también ha de apagarse,
pero no sin antes iluminar como estrella,

vidas después de la muerte,
lo que espero
no es un cielo,
no es un paraíso,
espero lo que nadie puede explicar,

el misterio de la oscuridad de los cielos,
cuando nadie observa
la realidad tiende a deshacerse,

el misterio del olvido es su tiempo,
porque en donde no hay tiempo
hay creador,

el infinito es un absurdo,
todo es finitud,
donde se crea se pierde,
donde se busca se nace,
no hay efecto sin causa,
todo efecto tiene fin,

todo fin tiene inicio,
solo si es que hay descendencia,
aunque, todo sendero tiene ramificaciones,
todo tiende a un desvanecimiento inevitable,

la muerte es,
lo que no puede abarcar la vida,

la muerte es un misterio
que solo se responde filosóficamente,
la mente es respuesta,
la pregunta es un sendero,
la duda una guía,
y nuestra vista lo es todo,

aunque caminamos cayendo,
encorvándonos,
y rodando como carbón,
para entendernos
y ser ceniza,
para después ser viento,
y no ser aire,
ni tan siquiera recuerdo,
ni siquiera olvido,

vagamos sin rumbo,
sin islas ni tormentas,

la calma
nos permite engendrar sabiduría,
y nos moveremos
con el caos de nuestras acciones,

porque las acciones son sueños,
y los sueños, sueños son,

imaginación errante,

vagabundos de mundos también perdidos,

éxodos galácticos nos demuestran,
que todo brillo se pierde,

pero también nos advierten,
que todos deben de arder,

porque todos pueden brillar.

 

Este poema reflexiona sobre la muerte no solo como el final de la vida, sino como un misterio inabarcable que escapa al entendimiento humano. A través de imágenes filosóficas y cósmicas, se plantea que el olvido, el tiempo, la creación y la consciencia están entrelazados en un ciclo de nacimiento y desaparición. La vida es una búsqueda, una duda constante guiada por la mente y la experiencia. Al final, el ser humano —como chispa en el universo— transita entre sueños y cenizas, entre brillo y desvanecimiento. Pero incluso en ese destino inevitable, se afirma una verdad esperanzadora: todos podemos brillar, aunque el brillo sea efímero.

Saludos cordiales