Ruptura.

Los ojos del animal eran raramente poseídos:
el brillo extraño destilaba la extraña luminosidad
de dos piedras preciosas encantadoras.
Los felinos suelen serlo, y se diría, orgullosos...
Parecía apaciguado en su buscado descanso,
su pequeña cola era un simple rabo.
Despreciaba la comida, solo la observaba.
Comía lento y a disgusto,
nadie le osaba reproches y daba mala impresión.
Su velocidad era sideral, como sus saltos.
Rompì lanzas con él y lo use como blanco de caza.

 

Siempre he pensado que hay algo podrido en el alma de los cazadores, muy especialmente en los que cazan por diversión o "hobby". Obviamente el poema también podría leerse en clave metafórica.

Saludos.

 

Llevas razón, he conocido a quienes cazaban y después se compadecían. Hubo también un personaje de fuste que ejercía su deporte de caza mayor en los años 80.-

 

Aquí tenemos al rey demérito Juan Carlos. En su caso uno de los elefantes que mató, quizás por cosas del karma, propició definitivamente el fin de su reinado (al salir publicada una foto en plena crisis del país, y estando el elemento de nuevo de caza)