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Cada vez que escribo siento ser ese hombrecito de Brecht
que lleva un ladrillo consigo para mostrar como es su casa.
Es mi hogar lo que siento,
quisiera no habitar ya en ningún recuerdo.

Orbitó espejos rotos,
entre restos trastos de abrazos y despedidas.
Es un imán amarrar suertes con desgracias
como mostrar una máscara a un no vidente.

Tengo tantas variantes del futuro
y en todas he muerto más de una vez.
Algún instante habré de ser feliz,
soltando un globo, mirando y siendo mirado.

Oscilaré en mil paredes y mil despertares
tendré más raíces que cualquier otro álamo.
Una corona de muslos ahogará mi fútil destino
y agradecido seré un huésped sin misterios.