A Aspasia de Mileto, Primera Dama de Atenas

Ni tonta bonita ni sabia fea: Federico
Carlos Sainz de Robles ​

Tú eras la amiga que esperé, tú
que estabas, impopularmente, en la boca
de los seres odiosos, envidiosos, acusadores.
Para verte, o esperar que irrumpieras
como un ente público en terrenal espacio,
tuve que asistir a este festín de quienes,
por vicio y fuerza, matan al dios
por el que claman: la serenidad de la que da
sus triunfos, la resignación
con que se admiten los fracasos humanos.

... acúsala, menospréciala, me piden.
Es la mala amiga de lo Divino, del Estado,
de la Mujer, las juventudes de Atenas.
Un demonio entre los hombres, ira contra Samos,
llave de guerra, veneno de la Historia y la Virtud.
Quien enciende la guerra del Peloponeso contra Megara.
Quien funda los burdeles. Disfraza las academias
con las seudo-hetairas, con talleres de retórica
a paso de jardines entre prados.

Pero allí sólo hay esclavas, muchachitas
que los megarienses, si las hubiesen raptado
tal vez no serían libres, pero no tendrían el lesbianismo
con que Aspasia adoctrina ni la retórica con que dio
su lenguaje... acúsala, menospréciala,
porque se opone a lo bello, a lo sagrado...

¡Qué mentira porque Hermipo, Dropeites,
Aristófanes son patanes del cinismo!
Nada saben de lo que sea Sagrado.
Ellos mismos, varones licenciosos,
blasfemos son que no comprenden,
bufones que no perdonan...

... pero, sorprendente es lo que veo, eres tú
justamente la pródiga; la hermosura, la verdad
representas. Con tu palabra es
que se es libre, independiente, consolada.

Que no consuelas tú; me exijen que diga
en medio de 1,500 ciudadanos del tribunal del odio.
Que no eres modelo de sabiduría,
como afirma Luciano. Al contrario, corrompes
lo que se atañe a tus confines; mienten así,
Aspasia, quienes van al Aerópago
a chantajear a bobos que viendo no te ven
aunque irrumpas en su espacio y sus cortes.
Eres evidentemente gloriosa
como Pallas Atenea o la Venus Hermosa.

Te han llamado la Turca y Fea, prostituta
del amor contra natura, al mismo tiempo
güila de Lysicles, el cabrero y
Pericles, marioneta en tus manos...

Habla ahora, me piden, aborrécela.
«Pues bien: Oh mujer hermosísima,
llena de sabiduría, no comprendo
este delito, te acusan
de grafé asebeias, el sacrilegio,
el odio divino en corazón humano».

Tú eras la amiga que esperé, tú
que estabas, impopularmente, en la boca
de los ciegos odiosos,
envidiosos, a la sorda,
acusadores malagradecidos.
Vengo a bendecirte, Amiga,
lo más humanamente divino y sabio
que irrumpe sobre la Tierra y el espacio.

03-03-2003 / Indice: El libro de la amistad y el amor