A donde vamos

A medidas que nos perdemos
se inscriben gritos de furia sobre las manos,
prematura agonía o simplemente el centellear de la música,
abro mis penas y repaso todas las estadísticas,
los caminos más cortos
hacia mi casa, hacia la gente que me regala los libros,
desde ventanales otras personas se agregan sobre aullidos,
los mismos que disciernen el infierno.
Los momentos están lejos pero
los he acercado a mis mañas de hombre
corriendo detrás del otoño y el fin de año,
y de brazos rotos
y de ilusiones a cuesta.
Las paredes están lejos,
a dos invierno y una luna de mis pies.
Sobre los techos de risa se encuentran los suspensos
de las historias de jóvenes que creyeron coger el destino
y marchitar la madurez para aclarar las ganas,
pero hay quienes no duermen,
y en noches esperan a que se llene su lecho.
La palabra,
la simple y profunda,
la que usan todos los humanos para disimular
el exilio de lágrimas para despedirse uno de otros,
no va a ser la primera vez,
nada cambiará,
la palabra,
indiscutiblemente ocupará el lugar
del mendigo,
y del guía que traga palabras que no puede decir.
¿A donde vamos?
falta el aviso,
la convocatoria de las masas,
¿A donde vamos?
es la pregunta de las miles de cabezas
con vergüenza y odios dentro de sus venas,
la esperanza,​

otra que no sabe a donde vamos.